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10 jun 2011

DANDO ALGO MÁS

Con un hecho sorpresivo y con un diálogo.

Dentro de la botella había una nota en la que se podía leer:
“Hola. Me llamo Sara y estoy buscando a mi media naranja. ¿Dónde estás?”
Unas líneas más abajo estaba su dirección, su edad y la fecha. Habían pasado dos años desde que Sara había lanzado aquel mensaje en la botella pero, ¿qué diablos? No había recorrido más de ochocientos kilómetros para no llamar a la puerta.
Vaciló un momento, respiró hondo y pulsó el timbre. Se escucharon unos pasos y por fin la puerta que se abría.
Una joven, más o menos de su edad, estaba frente a él. Era preciosa.
-¿Sara?- preguntó.
-Sí- dijo ella con los ojos llenos de curiosidad.
Él levantó la mano que sujetaba el mensaje.
-Te estaba buscando.
-Y yo a ti-dijo ella sonriendo.

Con una frase breve que contiene una información puntual y con una observación mínima.


En los momentos de desolación nos pasábamos enganchadas al teléfono durante horas. Nos animábamos mutuamente. Ella repetía una y otra vez:
-Todo llega. No vamos por el camino recto, damos un rodeo -a veces demasiado largo- pero llegar, llegamos.
De tanto repetirlo, nos lo creíamos. Porque al final, si no crees en tus propios sueños, ¿en qué vas a hacerlo? Por eso nunca nos íbamos a rendir. Aunque la tristeza hiciera mella, aunque la desesperanza nos impidiera ver el camino. Nunca dejaríamos de esforzarnos, nunca dejaríamos de luchar.

[...]

Ella baila con su corazón, nunca con los pies. Sube al escenario, la luz la enfoca como el único ser en la oscuridad, suenan los acordes y el mundo cambia. Se llena de color, de alegría, de música.
Pero cuesta y duele. El sacrificio y el esfuerzo no son los mejores amigos, a veces basta con ellos, pero otras no. Y te preguntas si merece la pena. Si el tiempo que pasas dedicándolo a tu sueño lo merece. Y cuando termina la función y estallan los aplausos de la multitud, lo sabes. Ella baila para si misma y el mundo se postra a sus pies.
Me duelen las manos de tanto aplaudirla. A veces, incluso, lloro y me rio. Le pone tanto empeño, se deja la piel allí arriba. Transmite con su cuerpo y con su rostro lo que yo soy incapaz de transmitir con mis dedos.

Tecleo desesperada y borro, preguntándome si algún día estaré a su altura. Si seré capaz de decir entre líneas, lo que ella dice entre acordes.
-¡Inconstante!- me repite, una y mil veces. Yo me rio, es verdad.
Ella es la que va por el camino recto. Yo soy la que va por el camino tosco, serpenteante y lleno de piedras que yo misma coloco.
No sé cómo empezar mi relato. Tras meditarlo toda la tarde, garabateo en un hoja: “Todo llega. No vamos por el camino recto...”
Sonrío. La hoja ya no está en blanco.

Tras meditarlo mucho, creo que no es justo decir que aveces escribo y no colgar lo que hago. Pero durante mucho tiempo me han avasallado con que debo proteger mis derechos y bla bla bla... y como que le he cogido PÁNICO a la red. Sí, no le tengo miedo a escribir, le tengo miedo a internet jejeje
En fin, que aquí os dejo dos ejercicios de un taller que realicé en Enero y Febrero. Algunos no están completos, porque el objetivo del taller era crear de la cosa más inhóspita un relato o el inicio de un relato. Pero menos da una piedra...
Besotes grandotes

2 comentarios:

Rebeka October dijo...

Lo que tú nos quieras dar, recibiremos, por eso no te angusties. Aquí lo importante es que uno siga adelante.

Te mando un besito de esos sonoros.

Rebeca.

Rebeka October dijo...

http://senalesderulo.blogspot.com/2011/06/gigante.html

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