EL VECINO CABRÓN

Todos tenemos un vecino cabrón, una vecina cotilla (malintencionada)... etc. En unas líneas más abajo, explico el porqué de mi lenguaje soez.

La semana pasada mis padres se fueron a Málaga (la tierra de papá). Estuvieron allí más días de los que suelen ir, así que, mi hermano y yo campamos a nuestras anchas sin rendir cuentas.

Pero, estos días no sólo han servido para armar orgías desenfrenadas, no. Estos días nos han servido para darnos cuenta de que tenemos un vecino cabrón. Aunque claro, mejor si cuento todo desde el principio.

Voy a confesar algo terrible. Algo incomprensible. Algo que, en realidad, he heredado. Me suelo enganchar a las telenovelas. No a todas, ¿eh? Las hay infumables, pero hay otras que bueno... me gustan. Pero siempre, SIEMPRE las veo al final. Con lo cual nunca se qué ha pasado y, mi lado cotilla me pide a gritos que lo averigüe.
Fue así, como tras un par de coincidencias, me terminé enganchando a una y pensé, «¿me tengo que esperar a ver el final?» Nah, lo busqué y, como cualquier españolito que se precie, pues eso: lo encontré. Poco a poco (y siempre del final al principio... ¡qué forma más rara de ver una telenovela!) fui viendo todos los capítulos. Bueno, todos no.

Una mañana, cuando me disponía a ver uno de ellos, mi internet me dijo que tururú. Que ya estaba viendo otra cosa. Y ahí es donde me di cuenta de que tengo un vecino cabrón que me roba banda ancha (ADSL, WIFI... como lo queráis llamar) Y mientras él goza de este invento de forma gratuita, yo pagando.

Tras una charla con un simpático técnico andaluz (casualidades de la vida), hemos cambiado la contraseña y ahora sólo resta saber cuánto tardará el CABRÓN en averiguarla. Eso sí, le queda poco tiempo. Lo que tarde en venir mi tete-informático y JODERLE.
Porque sí, estoy muy cabreada... de ahí mi lenguaje soez: del vecino cabrón.

Ais, ya me he desahogado :)