El otro día (espacio-tiempo indeterminado), al subirme al bus, me fijé en los asientos de al lado. Iban una madre y sus gemelos: Antonio e Iván.
La verdad es que no sé cómo empezó la conversación; sólo sé que, de pronto, Antonio le dijo a su madre:
-¡Pero entonces, saldrán los gatos salvajes!
-No.-le tranquilizó su madre- ¿Ves que se va a haciendo de día?.
Aún era de noche.
-Los gatos salvajes no salen de día.-mintió la madre.-Además, le tienen miedo a las personas.
-¿Por qué? ¿Son malas?.
Aquí intervino Iván.
-¡Pues no! ¿Quiénes son los malos: los humanos o los gatos salvajes?... ¡Los gatos!.
Esa afirmación tan rotunda, hizo que la gente que espiaba nos echáramos a reír.
-¡Pues noooo!- esa manía que tienen los hermanos de llevarse la contraria.- Yo quiero un gato salvaje.
-Y yo un león.
-¿Un león?-la madre empieza a querer intervenir.
-Síiii. Un león grande y con mucho pelo.
-El gato salvaje puede con el león- Antonio, definitivamente, era fan de los gatos.
Si había alguna duda de que los gatos eran más fuerte que los leones, por si acaso, Iván rectificó.
-Mamá, quiero un dinosaurio.
Allí ya el descojone fue general.
Los niños empezaron a echarse improperios y la madre a intentar (y recalco, intentar) conciliarlos. Cuando parecía que los hermanitos se habían calmado, Ivan dijo de pronto:
-Yo quiero un bebé dinosaurio.
¡¡Me lo hubiera comido!! ¡Qué cosa más mona!
-Los dinosaurios no existen.- ya tenía que venir la madre-adulta y chafar la ilusión.
Me entraron ganas de decirle a Iván que sí que existían, pero mi parada era la próxima y no me dio tiempo.
Lo que sí que me dio tiempo fue a recordar un pasaje similar en mi vida.
Hace unos años, cuando mi prima Julia todavía no había entrado en fase crítica-adolescente, creía firmemente en las hadas. Era tal su creencia, que ella no le dejaba los dientes al ratoncito Peréz. Se las dejaba a una hada.
Al parecer, una tarde, su tío le dijo que no existían y, como toda niña inteligente que se precie, fue a buscar a algún adulto cuerdo que le confirmara que su tío no tenía ni idea del tema.
El adulto fue su madre. Mi tía siempre ha sido muy lista. Respuesta:
-Cuando veas a tu prima (osea, yo) pregúntale a ella.
Huelga decir, tardó cinco minutos en llamarme.
-¿Existen las hadas?
-¿Qué?-cuando yo era pequeña se saludaba y esas cosas...
-Que si existen las hadas... es que...
-¡Eh! Julia, ¿tú crees en las hadas?.
-Sí- rotundo, sin derecho a replica.
-Entonces existen.- verdad categórica.
Tanto le costaba a la madre de Iván y Antonio mantener la ilusión por un día más.
Dulces sueños!
1 comentario:
Me ha encantado que hayas hecho de espía.
Preciosa conversación. Esa ingenuidad que tienen, esa ensoñación...nos hace creer en la vida, en la magia.
Esa sensación de decir. ¡que monooosss!, em sucede a mí cuando veo la serie "El Barco", con la niña Valeria.
Tiene unas preguntas y unas ocurrencias que te rompes de risa y de ternura.
Felices sueños!!
Voy a seguir leyendo la Orquidea Blanca de Tanière.
Besossss
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